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La dignidad humana es intangible

En días pasados tuve la oportunidad, junto con la Embajada de Francia, de condecorar al padre Francisco de Roux, en representación de la Comisión de la Verdad, con el Premio Derechos Humanos. Se premió su papel central de mediación entre el Gobierno y las instituciones estatales, por un lado, y las víctimas del conflicto armado y la sociedad civil, por el otro.

En los últimos tiempos, Colombia ha tenido muchos avances en la superación de su pasado hacia la reconciliación. El acuerdo de paz con las antiguas Farc, los resultados de la JEP y, en general, el Sistema Integral.

Tengo que decir que he estado en otros países, pero solo aquí me encontré con la grata sorpresa de que se usara en tantos contextos y desde muchas partes el término ‘derechos humanos’. ¿Para qué ha servido? No ha llevado a resultados suficientes. ¿Hacia dónde debiera orientarse?

Lo que se ve en Colombia es una grave situación de ataques contra los derechos humanos. Las cifras son desesperanzadoras: la paz no ha llegado a las regiones. Según Indepaz, 189 líderes y lideresas fueron asesinados en 2022, 43 firmantes del acuerdo, y hubo 94 masacres. Se trata de los hijos e hijas del país: Javier, Juan, Filadelfo o Yermi, entre otros, que dejan en luto y dolor a familias, amigos y comunidades. Hay que mencionar igualmente los asesinatos de policías y soldados. Y el fallido atentado contra la vicepresidenta Francia Márquez.

Hay que proteger a los líderes sociales, que son la voz de sus comunidades. Hay que terminar con el conflicto. Porque, en gran parte, las raíces de esta situación de derechos humanos se encuentran en el conflicto armado. En las negociaciones de la paz total hay que tematizar las raíces del conflicto, como la falta de presencia del Estado en algunas regiones con seguridad, infraestructura física y social, la reforma agraria y la actualización del catastro, todo esto con un enfoque en la problemática de tierras.

Otros retos fundamentales más allá del conflicto, que debieran discutirse dentro de la sociedad colombiana, son la violencia contra las mujeres, incluido el feminicidio, y la desigualdad. Me cuesta trabajo, por ejemplo, comprender la estratificación social aquí: asociar el estatus de una persona con la pertenencia a un número.

Hace falta más efectividad en la implementación de la justicia ordinaria, menos impunidad. Y hay que afrontar el narcotráfico, incluyendo esfuerzos internacionales en los países consumidores que tienen su parte de responsabilidad en este tema. Un paso en este sentido ya fue dado por medio del PAcCTO, programa europeo para luchar juntos contra el crimen organizado.

Alemania apoya a Colombia en todo el abanico de la paz y el medio ambiente, que representan las dos prioridades en nuestra relación bilateral. Lo venimos haciendo en el marco de la cooperación internacional, por medio de proyectos en las regiones, o también en conjunto con la Unión Europea. Ejemplos son la campaña #defendamoslavida y el Premio Franco-Alemán de Derechos Humanos, que recibió en diciembre pasado la Fundación PAZame el Balón. Además, tenemos dos proyectos sobre la reforma policial como aporte a la transformación de las instituciones policiales hacia un mayor acercamiento y confianza ante la sociedad civil.

Para mi país, los derechos humanos son un logro de la humanidad, ya que se trata de la dignidad del ser humano, de cada ser humano. Está en el primer parágrafo de la Ley Fundamental alemana: “La dignidad humana es intangible”. Por eso nos unimos al mundo para que esa bandera se vea en cada esquina de este planeta. Y que se sienta por igual la solidaridad de la humanidad en todas partes. Como esta meta aún está lejos, me parece importante enfocar la atención en los portavoces de esa dignidad: uno de los más admirables es el padre Pacho de Roux, de Colombia.

MARIAN SCHUEGRAF
​Embajadora de Alemania en Colombia

Tomado de: eltiempo.com